El Autor ante el espectador

En una reciente entrevista en un diario español, el director de cine alemán Michael Hanecke, galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes, asegura que no acostumbra a dar opiniones políticas sobre su cine. El entrevistador hace la observación de que el arte es por necesidad un hecho político, a lo que Hanecke responde: “de acuerdo, entonces dejemos que hable la película. No tomemos al espectador por tonto. No hago películas para explicarlas sino para que se vean… mi trabajo consiste en plantear preguntas, es el espectador el que tiene que encontrar respuestas. Ése es el juego y así son las reglas del arte. Lo contrario es propaganda».

Pocos días antes, un artículo de Ignacio Echevarría titulado “Preguntar” comenzaba con unas palabras de la escritora Belén Gopegui:

“Las preguntas suelen estar mejor valoradas que las respuestas, parece que en las preguntas hay una apertura, una capacidad de descubrimiento que la pregunta cerraría. Sin embargo, también las preguntas cierran, y si nos las eligen, nos eligen el campo de batalla”.

Continuaba con Canetti:

“Las preguntas esperan respuestas…el efecto de las preguntas consiste en aumentar el poder del que interroga; le incitan a seguir preguntando. Cuanto más ceda a las preguntas, más sometido quedará quien responde. La libertad de la persona consiste sobre todo en su capacidad de protegerse de las preguntas. La tiranía más opresiva es la que se permite hacer la pregunta más opresiva… la respuesta nos aprisiona siempre, incluso en circunstancias normales. Ya no podemos abandonarla sin más. La respuesta nos obliga a situarnos en un lugar determinado y permanecer en él, mientras el que interroga puede apuntar desde cualquier ángulo; nos rodea y elige la posición que más le convenga, como quien dice”.

Llaman la atención estas dos opiniones, tan opuestas a la del cineasta. Aunque esta idea de señalar al receptor como parte integrante de la obra ya fue lanzada por Duchamp, en los últimos tiempos se ha reforzado, tanto entre los artistas que lo son como entre los que creen serlo. Así, el espectador se convierte en un elemento activo en el proceso de creación.

No está mal esta idea del espectador cooperante, muy participativa y excitante, sobre todo hoy en día que estamos rodeados de aportaciones anónimas de opinión publicadas en twits y derivados. Sin embargo, sin detenernos a analizar la pertinencia de estas opiniones que al fin y al cabo no dejan de ser ajenas a la obra en sí, no hay duda de que aquel que escribe, pinta-esculpe-recoge-pega-interviene o filma, debe tener clara la estructura de su trabajo, basada en un orden que persigue un fin, aún si es consciente de que será muy complicado encontrarlo. Todos sabemos del acierto, en la lectura de un libro por ejemplo, de ciertas omisiones o sugerencias que son tanto o más elocuentes que la pura evidencia. Pero si solo se procede al planteamiento huyendo de explicaciones surge entonces esa indefensión por parte del espectador o lector, pues se encuentra obligado, como parte que está al otro lado, a responder a un discurso del que no ha tomado parte. Incluso puede no buscar esta participación. De esta manera el que plantea, por el hecho de tener la primera palabra, debería pensar en reforzar la convicción de su planteamiento. El espectador siempre juzga, esto es un acto inherente a la contemplación de una obra. Da la impresión a veces de que el autor es un iluminado que sabe más de lo que nos quiere hacer ver, pero que no informa por pertenecer a una élite de pensamiento elevado.

En cuanto a la aseveración del periodista sobre el arte como necesidad de hecho político, idea que surge a principios del siglo XX, veamos otra llamativa oposición de pensamiento en palabras de Gao Xingjian, escritor y pintor chino Premio Nobel: “El artista ante todo es un esteta, la génesis de su pensamiento es indisociable de sus actividades de enjuiciamiento y de creación estéticas. Sólo eso decide que al mismo tiempo es creador. La crítica que hace de la sociedad y el desafío que le lanza, más que un acto ideológico, es un juicio estético. Si sustituye su juicio estético por cualquier otro juicio de valor, sea social, político, poético o ético, ese hombre está muerto como artista”.

Por cierto, después de ver la película de Hanecke titulada “Funny Games” de 1997, un ejercicio sobre sadismo humano que logra llevar al espectador de un estado inicial de zozobra angustiosa a un final terrible y demoledor, ¿qué tipo de preguntas se puede plantear el espectador ante este trabajo? ¿Vale la pena hacerlo? ¿A dónde conduce esta filmación?

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