Madrid, 1918-2020
Comienza su formación en la Escuela de Artes y Oficios así como en el Museo de Reproducciones Artísticas y en el Círculo de Bellas Artes. Ingresa en la Academia de San Fernando en 1933 y Aurelio Arteta es su valedor para el Premio Molina Higueras que concede la Academia. Pasa a Francia donde expone y realiza el retrato de Manuel Azaña cuando fallece. Vuelve a España y sigue mostrando su obra a pesar de las dificultades de ese tiempo. En 1949 viaja a Caracas y vive diez años en América. Continúa exponiendo . Regresa a París en 1960 y su trabajo se ve en numerosas ciudades europeas. Comparte oficio con españoles que residen allí: Lobo, Peinado, Luis Fernández, Ortiz. En los años ochenta, ya en Madrid, expone en la galería Biosca en varias ocasiones y en importantes colectivas de Escuela de París.
Aunque la crítica ha manifestado que en su obra no se encuentran influencias concretas, se pueden ver en Alcalde ecos del Matisse más sobrio, de Derain, de Nolde… Es innegable que el contacto que tiene en Francia con la pintura que marcó una época no puede ser soslayada para un pintor como él, que supo recoger con sabio acierto el testigo de aquellos maestros. No es más que una confirmación universal en arte: los grandes artistas ofrecen su saber a los venideros en un proceso que debe ser reconocido con naturalidad.
El visitante experto admirará sin duda sus dibujos, de aspecto torpe y deslabazado, conformados por una línea que tiembla y sin embargo exacta en su camino. En el óleo, las capas se suceden como la materia esencial que conforma la naturaleza y ante la que nadie duda. El hombre y las casas, las calles y los objetos más modestos son un conjunto pleno, unido en una sola idea que a su vez lo contiene todo. En Juan Alcalde intuimos esa última etapa de un pintor que persigue la eterna verdad. Sus escritos lo atestiguan y son reflejo de un hombre que reconoce no saber nada aunque siempre estará dispuesto para la última batalla, con el fin de desentrañar el misterio de la pintura.